miércoles, 19 de septiembre de 2012

Oniromancia, Recuerdo.


Recuerdo haberte soñado. Estabas igual que antes, que siempre. Los dos viajábamos en el mismo tren, tal vez no al mismo destino. Estuviste sentada con alguien más que no logro recordar, su cara me era similar. Yo te vi de lejos, del otro lado del vagón, me sentí nervioso por tu presencia sorpresiva y te quise pasar por al lado; no te iba a saludar tal vez por vergüenza o por todo el tiempo que ya había pasado, eramos dos desconocidos.

Sin embargo me reconociste. La expresión de tu rostro era de felicidad y añoranza, estabas realmente feliz por verme. Dijiste mi nombre gritando, llamando mi atención y me abrazaste. Yo también te abracé y muy fuerte.

Nos sentamos juntos, en otro vagón. Tu conocida no estaba, sólo estábamos los dos y hablábamos, pero no sé de qué.

Pasó el tiempo enseguida, la conversación lo hizo instantáneo. Por coincidencia bajamos los dos en la misma estación, tal vez era un viaje de vuelta, no estaba seguro, tampoco sabía a donde me dirigía; poco me importó mi desorientación.

Recuerdo agarrar tu mano y estrecharla con la mia, parecía que el tiempo no había pasado, eramos de nuevo algo de manera recíproca.

Cambió todo de repente, estábamos esperando otro tren. Teníamos valijas y bolsos, supongo que era un viaje a larga distancia. Hacía frío y todos parecían muy abrigados. Vestías muy bien, de blanco, eras una pequeña reina de la nieve.

Levanté la vista y vi a todos aquel gentío amontonado, muy junto. La gente se movía de un lado a otro, entre ellos había palomas, miles de ellas, servían de conglomerante para aquel cemento humano. De repente, una sirena aguda empezó a sonar, generaba desasosiego entre las aves y empezaron a volar, generando un caos de plumas grises. Solté tu mano por un instante para cubrirme del revoloteo de aquellos seres alados, volví a verte y no estabas.

Me desesperé, te estuve buscando exaltado. Corrí por todos lados; sólo veía rostros desinteresados por doquier que a ninguno le importaba mi estado. Vino el tren que seguramente esperábamos. Tenía una locomotora antigua que liberaba grandes cantidades de humo en pocos segundos. No quise subir sin ti, lo hice sin pensarlo y ahí estaba, con un vacío en el alma. Era el último vagón, y caminaba para pasarme al anteúltimo. Allí te vi, sentada, no estabas más vestida de blanco. Ibas con tu amiga y charlabas, todo era común y corriente. Pasé sin mirarte, realmente somos dos desconocidos.

0 comentarios:

Publicar un comentario